jueves, 22 de diciembre de 2011

El reúma

Querida Madame Proust,


Ay, señora, ¿qué quiere que le diga? Su hijo es refinado pero tiene que haberse reído mucho con él y su perspicacia. Con esta carta termino los comentarios directos del volumen rey de la mariconería literaria, con satisfacción y alegría, no sin antes mostrarle el párrafo que desató mis mayores carcajadas (se me escapó un borborigmo, pero tómelo como cosa de la edad), y a la espera de en el nuevo año retomar los volúmenes finales. Es un diálogo de uno de los asistentes a los selectos miércoles de Mme de Verdurin:


-Entonces la culpa es de la neurastenia. Cayó de la neurastenia a la filología, como diría mi buen maestro Poquelin. Dígame, Cottard, ¿cree usted que la neurastenia pueda influir perjudicialmente en la filología, que la filología ejerza una influencia calmante en la neurastenia y que la curación de la neurastenia conduzca al reúma?


Suya,
Madame de Borge

domingo, 18 de diciembre de 2011

Sexo, drogas y rocanrol

Querida Madame,


Debo confesarle que por momentos parece que Sodoma y Gomorra se aleja un tanto de los temas de la Recherche. Sin duda su querido Marcel andaba experimentando, o tal vez algo trastornado por la presencia tan cercana de Albertina tantos días seguidos. Pero la realidad es que los intereses del buen hijo siguen presentes, aunque de manera latente. 


Como el segundo tomo, ha vuelto a Balbec después de consagrar los impares a Combray y París, pero también el chico ha madurado. Ya no necesita acostarse temprano, ni besos de su madre para dormir. Pero tampoco sufre ataques de ira ante Monsieur de Charlus y sus recuerdos y memorias sólo se expanden para hablar de su abuela y el efecto de su muerte, que como prima del olvido es uno de las obsesiones proustianas: como los muertos ya no existen sino en nosotros, es a nosotros mismos a quienes herimos sin tregua cuando queremos recordar los golpes que en vida les asestamos. Pero tras estas cosas llegan elementos de juventud, que Marcel educadamente sólo apunta para que los ojos de su madre no sufran al leerle. Por ejemplo, las drogas: los momentos de olvido que, al día siguiente, siguen a la ingestión de algunos narcóticos tienen una semejanza sólo parcial, pero turbadora, con el olvido que reina en el transcurso de una noche de sueño natural y profundo. O el sexo de una sola noche: ¡Qué le vamos a hacer si el deseo carnal aumenta en lugar de disminuir! Hacemos venir a una mujer a la que ya no nos importará agradar, que no compartirá nuestro lecho más que una vez y a la que no volveremos a ver jamás.


Los dos caminos siguen en este volumen, y es claro el cruce que supone meter a Monsieur de Charlus en el salón de Madame de Verdurin, pero Marcel pone en juego otros matices. Aparecen aristócratas provincianos, y se hace un primer esbozo de burgueses con ocupaciones y trabajos que requieren esfuerzo y dedicación. La fascinación por el gran mundo noble parece descender por las miserias dedicadas a Charlus -quien aún así disfruta grandemente de los momentos de cobardía que asigna a los burgueses-, pero tal vez sea también por la ausencia de la princesa de Guermantes y sus salones.


Marcel no obstante mantiene su admirable cruzada contra el esnobismo cultural, que sigue dejándonos joyas. No es exactamente un músico de rocanrol, pero Morel, el amante de Charlus, toca el violín y lo hace encantado en la fiesta de los Verdurin: Morel se dio cuenta de que no sabía más que los primeros compases, y por travesura, sin ninguna intención de engañar, comenzó una marcha de Meyerbeer. Desgraciadamente, como la transición fue muy breve y no anunció lo que iba a tocar, todo el mundo creyó que seguía siendo de Debussy, y siguieron exclamando: ''¡Sublime!''. Morel advirtió que el autor no era el de 'Pelléas', sino el de 'Roberto el Diablo', y esto enfrió un poco la cosa.


Suya, entre risas porque los tiempos estarán perdidos pero no han cambiado,
Madame de Borge







miércoles, 14 de diciembre de 2011

Mariquita como tú...



Queridas Madames,


Ni Charles Swann, ni Odette, ni Madame de Verdurin ni la Princesa de Guermantes. El gran personaje de En busca del tiempo perdido es sin duda Monsieur de Charlus. Aristócrata, hermano del Príncipe de Guermantes, maduro, siempre bien vestido y decorado, altivo y arrogante como noble a la vieja usanza, Charlus es el gran personaje de Sodoma y Gomorra. Hasta ahora ha estado más o menos oculto, metiendo fichas de manera poco hábil al buen Marcel, pero es el cuarto volumen donde su naturaleza sodomita sale a la luz en todo su esplendor. Cierto es que ello sirve para desviar la atención de la mariconería del narrador tan habitual en El camino de Guermantes, aunque algo quede (Y un día que yo estaba esperando (...) abrí impaciente la puerta de mi cuarto y me encontré con un botones hermoso como un Endimión, de facciones increíblemente perfectas, que traía un recado a una señora que yo no conocía; no me digan que aquí no hay pluma no exenta de coña...)


Monsieur de Charlus atesora en una persona todos los comportamientos patéticos que Marcel debía observar en el ambiente de su época. No se libra de una, y supongo que así Marcel encontraría sus justificaciones. Llega a acosar a Mme. de Surgis con el objetivo de que le presente a sus atractivos hijos varones. Swann le llama un amigo delicioso. Resulta el centro de reflexiones claritas sobre el placer (los hombres pueden tener diversas clases de placeres. El verdadero es aquel por el cual dejan el otro). Monsieur de Charlus se enamora de un joven de comportamiento bisexual, y sufre por ello.Y se equivoca ante un hetero rival amable con su chico y le frunce el ceño y le considera rival. Hace de él, como manda el tópico, un ser de importante sensibilidad artística ligada a su desequilibrio. Pero, sobre todo, le convierte en objeto de un buen montón de bromas homofóbicas (algunas muy graciosas e incluso procaces, como cuando Mme de Verdurin da a los dos amantes habitaciones contiguas y les dice que no se priven si tienen ganas de hacer música) por parte del círculo burgués en el que se introduce durante su estancia en Balbec. Marcel es testigo de ello, y como narrador le trata al menos con comprensión, aunque no por ello parezca dejar de subrayar el mayor estilo de los círculos aristócratas, ni deje de hablar de vicio.


En un momento del libro, Marcel observa cómo su madre está reaccionando a la muerte de la abuela, y habla de una transformación: acaso la gran pena que, en una hija como era mamá, sigue a la muerte de la madre sino romper más pronto la crisálida, apresurar la metamorfosis y la aparición de un ser que se lleva dentro, y que, a no ser por esa crisis que hace quemar las etapas y saltar de un golpe los períodos, no habría sobrevenido sino más lentamente. Igual estoy leyendo demasiado subtexto, pero en esta bella transformación veo un trazo subcultural queer más claro que, qué sé yo, una metamorfosis kafkiana...


Suya,
Madame de Borge


(retrato de http://resemblancetheportraits.blogspot.com/)

sábado, 10 de diciembre de 2011

La femme aura Gomorrhe et l'homme aura Sodome





Queridas Madames,


Son exactamente 36 páginas las que Marcel escribe de manera directa sobre los mariquitas bajo el título Primera aparición de los hombres-mujeres, descendientes de los habitantes de Sodoma que fueron perdonados por el fuego del cielo. Es el inicio de Sodoma y Gomorra y se trata sin duda de un impresionante capítulo sobre la visión poético-armarizada de la homosexualidad, que adquiere por momentos un carácter cosmogónico y que, permítanme, debería haber sido un texto fundacional tanto de los movimientos LGTB como, si me apuran, del psicoanálisis para tratar a los reprimidos sexuales. No por su valor social o científico, sino como texto histórico que además está tan bien escrito que alcanza una emoción sobre la que actuar y pensar. ¿Se dan cuenta que estamos en un libro supuesta cumbre de la literatura en su lengua? Desde luego estas páginas no estaban entre los textos seleccionados de En busca del tiempo perdido que nos enseñaron en nuestras refinadas escuelas.


En esta visión de un homosexual judío que se presenta a través de un personaje que no es ni una cosa ni otra, hay partes que desde nuestro salón de té sólo pueden incitarnos a la sonrisa: la biología absurda empeñada en encontrar el carácter femenino del hijo de Sodoma, o las comparaciones botánicas -literalmente, moscardones que polinizan orquídeas-. Pero otras, las que explican la realidad social del armarizado, por ejemplo, son lúcidas y trasladables cuando menos psicológicamente a otros tiempos no tan lejanos. En todo ello prima el sentido literario, muy manierista como casi siempre que Marcel describe, y con su constante flujo de conciencia en el texto.


Entiendo que el pobre Marcel no engañaba a nadie, claro. A algún lector incauto, tal vez. Estas páginas incluyen también una idealización del amor homosexual con ecos wildeanos (si se produce un encuentro verdaderamente afortunado para ellos, (...) su dicha, mucho más aún que la del enamorado normal, tiene algo de extraordinario, de selecto, de profundamente necesario), que no es extraño de leer en textos de la época respecto a la unión de caracteres artísticos en las que, oficialmente, no había nada más. Y por primera vez admite que judíos e invertidos tienen paralelismos: han aprendido a ocultarse y a reconocerse sólo entre semejantes.


Suya,
Madame de Borge





domingo, 4 de diciembre de 2011

Amanecer





La luz del sol que iba a nacer, al modificar las cosas en torno mío, como trasladándome un instante con relación a ella, me hizo tomar de nuevo conciencia aún más amarga de mis sufrimientos. Nunca había visto nacer un mañana tan bella ni tan dolorosa. Pensando en todos los pasajes indiferentes que iban a iluminarse y que, todavía la víspera, sólo el deseo de visitarlos me habían infundido, no pude contener un sollozo cuando, en un gesto de ofertorio mecánicamente cumplido y que me pareció simbolizar el cruento sacrificio que yo iba a tener que hacer de todo goce, cada mañana, hasta el fin de mi vida, renovación solemne celebrada en cada aurora de mi dolor cotidiano y de la sangre de mi herida, el huevo de oro del sol, como propulsado por la ruptura de equilibrio que en el momento de la coagulación determinaría un cambio de densidad, erizado de llamas como en los cuadros, rompió de un golpe la cortina tras la que, desde hacía un momento, se le sentía trémulo y pronto a irrumpir en escena y a lanzarse, borrando bajo torrentes de luz su púrpura misteriosa e inmóvil. Me oía a mí mismo llorar.


Queridas Madames,


Tras cuatro volúmenes por fin Marcel ha visto amanecer en Balbec. Ha sucedido con el impresionante manierismo que ven ustedes arriba, que arrebataría sin duda a cualquier vampiro que pudiera, milagrosamente, volver a ver la luz del sol por la mañana y sin embargo sobrevivir. Marcel, sin embargo, cierra Sodoma y Gomorra hecho un mar de dudas sobre su vida amorosa y prácticamente la de todos los personajes de la obra. Otro final cliffhanger para la posteridad, sin duda.


En siguientes entregas de este su salón de té hablaremos mejor de las temáticas del volumen que, curiosamente, se han olvidado de Dreyfuss, nos han dejado sin Swann, pero ha supuesto la gozosa vuelta de Mme. de Verdurin y su selecto núcleo, y lo ha mezclado bien con Monsieur de Charlus y sus selectos gustos.


Suya,
Madame de Borge