domingo, 30 de mayo de 2010

Regreso al pasado

''¡Qué agradable debe de ser tener una persona así, que le puede dar a uno en su casa esa cosa tan rara que es un buen té!''
Swann, tras probar el té de Odette de Crecy

Querida Madame,

Confiéselo, Marcel no escribió À la Recherche cronológicamente, ¿verdad? He entrado con gusto en la segunda parte del primer libro. He abandonado los campos y paseos de Combray, las cuitas de la estática familia del protagonista, que incluso cuando pasea parece varada en un estado de sensibilidad epatante, y estoy ya en los amores de Swann, para los cuales Marcel utiliza un flashback anunciado como un piano. Ahora, de repente, y aunque sea para el amor, hay acción, y hay movimiento, aunque no se abandone nunca la descripción psicosentimental.

En cierto modo, me ha dado algo de pena abandonar Combray y descubrir un Marcel más asequible. Recuerdo, ¿sabe usted?, haber leído Unos amores de Swann en mi juventud, y recuerdo incluso aquella película absurda que convertía a Swann en inglés y a Odette en italiana, aunque supongo que no puede esperarse otra cosa de un director teutón (como ve, Madame de Churchill, no acuso a sus compatriotas de la habitual apropiación indebida de lo galo). El peso de esa lectura en mí no fue grande, y ahora me doy cuenta de que me faltaba Combray para apreciarlo. No creo, por otro lado, que hubiera salón de té en toda Francia que pudiera decir nada bueno de la película. Ahora, ¿cómo adaptar 'Combray'? Imposible. Ahora ya estamos en el universo de los Verdurin y el narrador infantil en primera persona, ese niño protagonista y exigente en grado sumo, ha desaparecido y nos relata el pasado en tercera persona, neutra, pero con la misma capacidad de observación. En fin, volveremos, espero, a oir hablar de la escandalosa hija de M. Vinteuil, o a decidir eternamente entre pasear por Méséglise o por Guermantes.

De mientras, espero Madame que sea de su agrado la posibilidad de construir un Proustiario. Aunque su nombre le parezca equívoco, sepa que mis intenciones son formales (¡¿por quién me toman?!), y se centran exclusivamente en trazar un perfil individual de cada personaje. Sé también que puede darme un soponcio ante el tamaño de la empresa, y sé que no es original pues otros lo han abordado con obra tan ingente e importante como la de Marcel, pero espero contar con las ayudas de las demás Madames (ahora mismo algo borrachas -pastís- tras un fin de semana para no narrar).

Suya,
Madame de Borge



''Poco a poco fui advirtiendo que el cariño, la compunción y las virtudes de Francisca ocultaban tragedias de cocina, lo mismo que descubre la Historia que los reinados de esos reyes y reinas representados orando en las vidrieras de las iglesias se señalaron por sangrientos episodios.''

''Pero puede que no hubiera considerado la maldad como un estado tan raro, tan extraordinario, que tan bien le arrastraba a uno y donde tan grato era emigrar, de haber sabido discernir en su amiga, como en todo el mundo, esa indiferencia a los sufrimientos que ocasionamos y que, llámese como se quiera, es la terrible y permanente forma de la crueldad.''

''¡Qué francesa era la iglesia aquella!''

sábado, 22 de mayo de 2010

Bloch

Queridas Madames,

No sé si han apreciado la capacidad que tiene Marcel de afianzar el núcleo familiar haciendo que aquellos personajes que lo violenten sean apenas esbozados y parezcan desaparecer para el resto del texto. Cosa que obviamente no sé si sucederá. Comento esto acerca del tío del protagonista, pero sobre todo de Bloch, el amigo del narrador que le recomienda la lectura de ese para mí ignoto Bergotte, quien me ha hecho arrancar la primera e inesperada carcajada del libro. En concreto, en este diálogo que empieza por explicar por qué Bloch no iba a ser buen amigo de la familia:

Comenzó por irritar a mi padre, que al verle un día todo mojado, le preguntó con interés:
-¿Pero qué tiempo hace, amigo Bloch, ha llovido? No lo entiendo, porque el barómetro estaba muy bien.
Y no obtuvo más respuesta que ésta:
-Me es absolutamente imposible decirle a usted si ha llovido o no, porque vivo tan apartado de las contingencias físicas que mis sentidos ya no se molestan en comunicármelas
-Pero, hijo mío, tu amigo es idiota -me dijo mi padre cuando Bloch se había marchado-

El caso es que Bloch es una de las primera excusas que usa Proust para hablar de literatura en Á la recherche, ya que hacía escasas páginas le había dicho al narrador que los versos de un poema eran tanto mejores cuanto menos significaran. La ridiculización posterior del personaje parece indicar que Marcel no se sentía muy cercano a según qué experimentos artísticos de las vanguardias del momento, me temo.

En principio, estamos ante el habitual escenario sensitivo de Combray, con el narrador recordando aparentemente todo esto mientras lee en el jardín (aunque no sea domingo), el libro recomendado por Bloch, mientras sus tías le critican o Swann le confiesa que conoce al escritor. El narrador aprovecha los personajes con los que mantiene una relación emocional para introducir su visión intelectual sobre las novelas:

Aquellas tardes estaban más henchidas de sucesos dramáticos que muchas vidas. Eran los sucesos ocurridos en el libro que leía, aunque los personajes a quienes afectaban no eran 'reales', como decía Francisca. Pero ningún sentimiento de los que nos causan la alegría o la desgracia de un personaje real llega a nosotros si no es por intermedio de una imagen de esa alegría o desgracia; la ingeniosidad del primer novelista estribó en comprender que, como en el conjunto de nuestras emociones la imagen es el único elemento esencial, una simplificación que consistiera en suprimir pura y simplemente los personajes reales significaría una decisiva perfección. Un ser real, por profundamente que simpaticemos con él, le percibimos en gran parte por medio de nuestros sentidos, es decir, sigue opaco para nosotros y ofrece un peso muerto que nuestra sensibilidad no es capaz de levantar. (...) La idea feliz del novelista es sustituir esas partes impenetrables para el alma por una cantidad equivalente de partes inmateriales, es decir, asimilables para nuestro espíritu.

Ideas tan wildeanas, en las que viene a decirse que sólo la ficción consigue penetrar hasta la verdad, y en la que la representación de la 'realidad' se da por imposible (y casi indeseable o inútil) han provocado mi primer apunte sobre el libro. Y eso que ya había superado magdalenas, catedrales, y extraños despertares en el campo.

Suya,
Madame de Borge

martes, 18 de mayo de 2010

Beso de bienvenida


Querida Madame Proust:

Ya he empezado el relato con el que nos deleita nuestro querido Marcel. ¡Cómo estoy disfrutando! Aunque ya le dije que mi primera reacción ante el volumen fue la de temor y prudencia, me he encontrado estos días dejando pasar mis dedos página tras página, maravillándome con cosas en principio tan cotidianas y rutinarias, y que en manos de su hijo resultan ser experiencias que llenan todos los sentidos. ¡Ni siquiera el buen Dickens había conseguido tal efecto sobre mí!

Dentro de las historias que cuenta hubo una que me causó especial inquietud, y esa es la de su espera del beso de buenas noches. Me hizo recordar que a mí misma me gustaba recibir ese cariño que hacía empezar la hora del sueño, y por ello lo comenté con mis hermanas, quienes estaban efusivamente de acuerdo con el desasosiego que causa el ser una pequeña criatura indefensa y no haber recibido el beso de su madre antes de acostarse. Una de mis hermanas, Constance, insistió mucho en la importancia de ese beso de despedida en la vida cotidiana.

- Charlotte, me haces recordar una anécdota que he tenido esta mañana con mi querido Joseph. Como tenía que hacer un viaje para reunirse con antiguos compañeros de Bath le acompañé a la estación de ferrocarril, asegurándome que no se dejaba nada en el carruaje, pues ya conoces la cabeza tan olvidadiza que tiene Joe. Una vez llegamos a la estación me dice "querida, espérame un momento, pues voy a comprobar cuál es la hora de salida". Vi cómo se adentraba en la estación con las maletas, espero un rato, y luego sale gritando "vete! vete!" agitando la mano ¡como si fuera una vulgar criada! ¡Y sin darme un beso de despedida! ¿Qué os parece?

Aquí intervino Meredith, apoyando a mi otra hermana
- Oh, querida, ya sabes el aprecio que le tenemos a Joseph, pero a veces reconozco que puede llegar al límite de tu paciencia.
- Gracias Meredith por tu comprensión, mas son varias cosas más las que me exasperaron ese día; cuando le vi salir de la estación me di cuenta de que no tenía el equipaje con él. "Joseph, querido ¿qué has hecho con la maleta?". Me contestó "En el andén". ¡En el andén!

Nosotras no pudimos hacer otra cosa que murmurar nuestra desaprobación, por supuesto.

- Y luego es él el que contínuamente denuncia la cantidad de embusteros y maleantes que le roban las maletas ¡Cómo no van a hacerlo, si en la práctica les está invitando amablemente a que tomen sus pertenencias!

- Pero es que ¡no sólo eso! Cuando sale me doy cuenta de que no lleva la maleta. Y yo le pregunto "¿qué has hecho con la maleta, Jose?". Y me dice "Está en el andén". ¡En el andén! ¡Y luego se queja de que le roben! Claro, dejándoselo todo por ahí...

Al hablar de esto, recordé un incidente no demasiado lejano:

- Constance ¿qué ocurrió con la máquina de escribir que olvidó en el coche de alquiler? ¿Lograsteis contactar con el chófer?
- Desgraciadamente no, lo cual me llena de pesar; era un aparato magnífico al que Joe ya se había acostumbrado, aunque ya era la tercera que se compraba. Como sigue dependiendo de ella para poder reflejar sus pensamientos, tuvimos que comprar otra más, aún más impresionante que las anteriores. Isaac, el buen encargado que ya tanto nos conoce, nos permitió firmar un contrato por el que nos daba parte del dinero si a Joe le volvían a robar.
- Pero ¿ese tipo de contratos no son válidos sólo en caso de que, Dios no lo quiera, un bandido amenace a su marido y le obligue a darle sus pertenencias?
- ¡Precisamente eso le dije yo! "Joseph, cariño, tu problema no es que las personas con dudosa ética vean ingenuidad en tu cara y quieran amenazarte para apoderarse de tus pertenencias sino que eres tú quien les facilita que se lleven dichos objetos". Pero no pude convencerle, ya sabes lo difícil que es quitarle una idea de la cabeza una vez empieza a darle vueltas. ¡Y así se mueve por el mundo, tentando a los ladrones para que le roben, y sin darme un triste beso de despedida!

Es la influencia de su hijo Marcel la que provoca estas discusiones. Ahora no vemos la estación, sino el humo de la estación y el efecto que sobre él provoca el rayo de luz de una determinada hora de la tarde. Tampoco somos capaces de ver una tienda de dulces, sino que vemos los dulces con todos los recuerdos que dan al masticarlos tras varias horas sin comer. Si algo tenemos claro al leer "Por el camino de Swann", es que nos está haciendo mejores personas.

Saludos de su siempre admiradora
Madame de Churchill

domingo, 16 de mayo de 2010

Llegué a Combray

Querida Madame Proust,

Ahora que ya estamos todas en la reunión, debo confesarle que ya he empezado las primeras páginas de la obra. Obviamente, es motivo de mi sana envidia el cariño evidente que hacia la madre de Marcel destilan las primeras páginas de 'Por el camino de Swann', aunque el tal Swann me parezca de momento un tanto indolente, y deseo ya que abofetee a esas tías de la familia de Marcel. Huy, perdón, que debe tratarse de sus propias tías de usted, sabrá perdonarme el atrevimiento, espero.

Encantada estoy de como Marcel deja fluir el pensamiento en la concatenación de sentimientos y sensaciones. No debe haber niño que no reflexione sobre los muebles que rodean su sueño, o sobre las camas que han acogido su vida frágil, que siendo pequeño se antoja tan volátil. Pero me preocupa ese largo despertar del niño, y ese ansia casi enfermiza por un beso soñado para acostarse. No quisiera encontrarme páginas más adelante que todo es un sueño provocado por un beso de encantamiento, pero supongo que deba ser la primera interpretación de un tiempo que debe recobrarse aunque sea sólo porque, como tantas cosas en la vida, nunca se vivió.

Suya,
Madame de Borge

sábado, 8 de mayo de 2010

Madame de Malarrama da señales de vida.

Madame de Malarrama y sus alumnas de la Escuela de Traducción para Señoritas.

Queridas Madames,

Por fin he consiguido sobreponerme a los nervios, dejar de llorar sobre el boeuf bourguignon y escribiros por fín, queridas mías, no solo para que sepáis que estoy bien de salud (al contrario de lo que se ha dicho por ahí) sino que, fiel a mi palabra, he dado comienzo al desafío que nos impusimos y ya me he adentrado en la lectura de Por el Camino de Swann.

Tengo que agradeceros que hayáis justificado, si bien de manera inmerecida, mi silencio en vuestras cartas. Además de la emoción que me embargaba últimamente debido a la relectura de las primeras páginas de A la Recherche, me han impedido coger la pluma también las muchas tareas educativas que, como bien sabeis, tengo a mi cargo en la Escuela de Traducción para Señoritas de la que soy directora.

He animado a varias de mis alumnas a emprender con nosotros la lectura de la obra de Marcel, así que espero en breve poder ofreceros a través de mis cartas, además de mis impresiones acerca de la novela, también las de mis queridas pupilas. ¡Ay, mis niñas queridas! ¡Si pudiérais ver con vuestros ojos sus cuerpos de porcelana! ¡Si pudierais tocar con vuestras palabras sus delicadas mentes! Os estremeceríais... Quizá algún día podáis hacernos una visita y comprobarlo de cuerpo presente.

He leído las cartas que habéis enviado a Madame Proust y me han parecido exquisitas. He encontrado especial deleite en la ocurrencia que tuvo Madame Churchill de adjuntar en el sobre dos bolsas de té. ¡Ay, Charlotte, cómo me alegro de saber que conservas tu sentido del humor! En breve, la semana que viene a más tardar, me uniré a vosotras escribiendo mi primera carta a Madame Proust. Temo que se haya disgustado por mi silencio y no quiera dirigirme la palabra.¿Estará ofendida? ¿Qué impresión os ha dado en sus contestaciones?

Ahora os dejo, dentro de quince minutos tengo que estar de nuevo en el aula. Mis niñas tienen que entregarme un ejercicio de traducción que les encarguéla semana pasada. Se trata de tres o cuatro páginas de una novela titulada L'Étranger y su autor es un joven muy sugerente llamado Albert Camus. ¿Habéis oído hablar de él?

Siempre vuestra,

Madame de Malarrama.


sábado, 1 de mayo de 2010

Mucho tiempo he estado acostándome temprano

Querida Madame Proust,

Sin tiempo para decirle más, debe saber que de la primera página de 'Por el camino de Swann' ya extraigo enseñanzas. ¡Qué digo la primera página! ¡¡Su primera frase!! ¿Sabe? Durante un tiempo yo albergué sueños de bohemia, de vida disparatada, variable como juncos al viento, y dichosa de recibir todos los vientos. Pero después descubrí que para eso hacía falta acostarse tarde. Beber. Socializar con personas indescriptibles. Después desecharlas, tras consumo insano. Hoy ya sé que semejantes actividades no sólo me desvelan, también me debilitan. Y no es mi cuerpo un laboratorio que pueda usar esos ingredientes en sus fórmulas. Así que sí, ayer me acosté temprano, y temprano me he levantado hoy, pensando en Combray...

Le envío saludos de Madame Chrysanthème desde Japón, interesada en su salud, y deseosa de oír sus palabras.

Reciba mis consideraciones más distinguidas,

Madame de Borge